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La capital del Rosellón, conocida por su patrimonio histórico y cultural, ofrece otras muchas propuestas para convertirse en un destino de primera línea
A veces, para disfrutar de una experiencia que te aleje de la rutina y te permita conocer un nuevo contexto no hace falta tomar un vuelo transoceánico o emprender un viaje eterno de carretera y manta. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el sur de Francia, junto a nuestra casa, y más concretamente en la zona de Perpiñán y su entorno más inmediato.
Ubicada a tan sólo treinta kilómetros de la frontera española, la capital del Rosellón destaca por ser un tesoro histórico y artístico. Gran parte de este contexto se explica por su pasado: era la capital continental del Reino de Mallorca, un legado que exhibe actualmente con un centro histórico de bella arquitectura, con un claro predominio del arte gótico. El ejemplo más representativo e icónico de esta riqueza monumental es el Castellet, un auténtico emblema de la ciudad que, además, brinda desde su terraza una vista incomparable: tejados, edificios, calles, ambiente. Declarado Monumento Histórico hace muchos años, hoy cobija un museo que recrea la historia y evolución de la ‘Catalunya del Nord’.
Pero el valor patrimonial no acaba aquí. Ni mucho menos, de hecho. En este sentido, la llamada 'ciudad vieja' exhibe otras joyas de la corona particulares, como por ejemplo la catedral de San Juan Bautista, el antiguo claustro funerario de San Juan, la Lonja, el patio del Ayuntamiento o el gran palacio-fortaleza de los Reyes de Mallorca, entre otros muchos atractivos mayúsculos que seguro harán levantar la cabeza y ampliar la vista a los visitantes.
Propuestas de todo tipo
Ahora bien, más allá de su espectacularidad arquitectónica, la ciudad también se caracteriza por tener una amplia oferta cultural y social. Un contexto, éste, que se hace patente con numerosas actividades para públicos diversos. En este sentido, encontramos desde el festival Visa Pour l'Image, uno de los eventos referenciales en todo el mundo sobre el fotoperiodismo, hasta propuestas temáticas, como unos encuentros medievales en los que la ciudad retrocede en el tiempo para mostrar cómo era la vida en esas calles siglos atrás.
Evidentemente, en ese conglomerado de propuestas no puede faltar uno de los grandes atractivos actuales, la gastronomía. En el caso de Perpiñán este sector se ve claramente reforzado a través de la figura de Las Tocas Blanches de Roussillon, una asociación formada por algunos de los mejores chefs de la región, algunos de ellos con estrella Michelin, cuyo objetivo es promover la cocina local. Fruto de su trabajo, encontramos eventos culinarios como el Palais Gourmand, donde los cocineros preparan sus platos para 2.500 personas, todo ello regado con una buena selección de vinos y productos locales y a un precio popular.
Y si lo que motiva es poder ir de compras, la oferta comercial de la ciudad no se queda atrás. Así, en el casco histórico es donde se concentran muchas de las tiendas de barrio y mercados para poder adquirir los productos típicos de la zona: desde quesos o vinos hasta charcutería de kilómetro cero o propuestas más dulces, como puede ser el croquant aux amande o las rousquillas fondantes. Un gozo, por lo tanto, integral.
