Albert Soler: “Los imbéciles con poder son perfectamente intercambiables entre ellos, da igual su ideología”

La voz singular e irreverente del periodista gerundense Albert Soler (Girona, 1963) vuelve a cobrar protagonismo este miércoles con el lanzamiento de su nuevo libro, ‘Un botifler en la Villa y Corte’, editado por Ediciones Península. Una obra que cambia de ubicación, de retratar el contexto político catalán a focalizar sus crónicas en Madrid, pero que no modifica ni un ápice la esencia del autor, centrado en destapar las vergüenzas del poder y de quienes nos gobiernan. “Hay crónicas madrileñas y crónicas catalanas, incluso en algunos casos una mezcla de ambas. Crónicas políticas y crónicas costumbristas. Situaciones que me ocurrieron y otras que observé, o quizás las imaginé. Por encima de todo, me lo tomo como una guerra contra la corrección política, que es como llaman ahora a la censura”, destaca el escritor.

¿El salto a la capital significa que el procés ya no genera buen contenido?

No, no, significa que en todas partes hay imbéciles en el poder, también en Madrid. Los imbéciles son una subespecie humana que me divierte sobremanera, así que intento acercarme a su hábitat natural para observarlos, como un entomólogo observa a un escarabajo pelotero acarreando bolas de mierda. Viajando, uno aprende cosas. La más importante, que los imbéciles con poder son perfectamente intercambiables entre ellos, da igual su ideología.

¿Cómo definiría el estado de salud actual del movimiento independentista?

Si tenemos en cuenta que el objetivo de este movimiento era que unos cuantos (bastantes) pudieran vivir de ello, goza de muy buena salud, ahí siguen, cobrando de los presupuestos o de las cajas de resistencia. Incluso de empresas privadas, en el caso de los periodistas que vieron recompensado con espacios en los medios su abandono de la esencia del periodismo. Curiosa paradoja, esa de prosperar en una profesión a base de renunciar a lo más básico de ella, que es poner en duda lo que cuenta el poder. Por algo escribió Camba que el periodismo le puede hacer rico a uno… siempre que abandone el periodismo. El único movimiento se ha producido en las cuentas corrientes de algunos, la republiqueta no se ha acercado ni un milímetro. 

Volvamos a Madrid: ¿Ofrece el contexto ideal para que un botifler saque a relucir todas sus virtudes?

Madrid ofrece bares de cañas, que no es poco. Lo bueno de ser botifler es que uno está a gusto en todas partes. Y cuando digo en todas partes incluyo Cataluña, por supuesto, donde alcanzar la categoría de botifler te sitúa en el mismo equipo que Serrat, la Caballé, Boadella, Cercas, la Sardà, Marc Màrquez, Marsé y un montón más, cada vez más numeroso. Ya me dirá usted, entre estar en esta compañía o en la de la Rahola y el abuelo que le toca la guitarra para que brinque como una cabra, qué iba a elegir. Los botiflers deberíamos inventar también un lazo de algún color, para lucirlo con orgullo, ahora que los lacitos amarillos se han escondido.

En todo caso, ¿es duro dejar Girona para centrarse en Madrid? 

No es un cambio muy brusco, tenga en cuenta que Presidentorra nombró a Gerona -me gusta llamarla así, en castellano, porque es lo correcto, pero sobre todo por joder- la auténtica capital de Cataluña, o sea que de capital a capital no hay muchas diferencias. Ellos tienen el Manzanares y nosotros el Onyar; ellos el Retiro y nosotros la Devesa; ellos a Almeida y nosotros a la Madrenas; allí vitorearon a Franco después de la guerra y aquí también, incluso con más énfasis. Cuesta distinguir una ciudad de la otra.

¿Pasar de Cataluña a Madrid simboliza que el independentismo también ha tomado dicho destino, quizás?

Pasé de Cataluña a Madrid solo durante dos semanas, tal como estaba previsto, yo no soy como Rufián, que se fue por 18 meses y ahí sigue, cerca ya de los 18 años y con no sé cuántas mujeres, por fortuna no a la vez, sino consecutivas. Vivir en Madrid no tuvo que ver con el procés, sino con placer. Si hubiera tenido que seguir el camino del procés, habría tenido que adentrarme por las letrinas de Cataluña, por suerte nadie me pidió tal cosa. Supongo que de letrina en letrina habría acabado en Waterloo, el sumidero mayor.

Pues salgamos de las letrinas, escuche. ¿Qué tipo de crónicas podemos encontrar en el nuevo libro?

Un poco de todo. Crónicas madrileñas y crónicas catalanas, incluso en algunos casos una mezcla de ambas. Crónicas políticas y crónicas costumbristas. Situaciones que me ocurrieron y otras que observé, o quizás las imaginé. Por encima de todo, me lo tomo como una guerra contra la corrección política, que es como llaman ahora a la censura. Mi aspiración es que me manden a otras capitales a hacer lo mismo. Con todo pagado, por supuesto. París no estaría mal. Ni la Habana. Veremos. Si no hay editorial que confíe en mí, siempre puedo montar una caja de resistencia para sufragarlo. Las cajas de resistencia han sido la mayor aportación de Cataluña a la humanidad desde… Desde… No sé, desde que Cataluña haya aportado algo, ahora no se me ocurre nada.

Isabel Díaz Ayuso, Laura Borràs, Pedro Sánchez, Irene Montero... ¿Qué se debe hacer para no salir en su obra?

Trabajar.

En su anterior libro habló de 'Barretinas y estrellas' para sintetizar el nacionalismo catalán. ¿A qué palabras recurriría para hablar del poder central desde Madrid?

“¿Por qué lo llaman izquierda cuando quieren decir Sección Femenina?”

Autor: Redacción