Cada año, decenas de miles de turistas abarrotan la capital catalana. Entre sus principales objetivos se encuentran la Rambla, el Parque Güel, el barrio de Gracia o la Sagrada Familia. No obstante, tanto algunos viajeros como muchos habitantes, sienten a menudo el deseo de abandonar un par de días del municipio y huir, así, de la masificación de su centro urbano y del ajetreo de su vida diaria. En este sentido, una buena solución la constituyen los pueblos de la provincia, varios de ellos con un increíble interés cultural, histórico y natural.
No obstante, antes de repasar cuatro de las localidades más recomendables, nos preocuparemos por contratar un vehículo propio, el cual nos permita desplazarnos con comodidad y libertad de horarios. Así, una idea inteligente es alquilar una moto en Barcelona con Cooltra, una compañía que dispone de tiendas físicas y de un sistema de reservas online. Igualmente, la empresa ofrece servicios adicionales, como un segundo casco, un baúl o la recogida y entrega de la moto.
Una vez arrendada nuestra scooter, conduciremos unos 50 minutos hacia el sur, bordeando la costa, hasta llegar a Sitges. A pesar de ser un destino bastante turístico, no deja de ser una hermosa villa, cuyo casco antiguo representa una visita obligada, y rodeada de playas extraordinarias. Asimismo, si el lector es un amante del séptimo arte, probablemente sepa que cada octubre en Sitges se celebra el Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya, referente a nivel mundial.
También cerca de Barcelona, a poco más de una hora en nuestra moto, se halla el macizo de Montserrat, coronado por el Monasterio de Santa María de Montserrat. Hablamos de una edificación benedictina que constituye un lugar de peregrinaje para los catalanes, ya que alberga la figura sagrada de ‘La Moreneta’, patrona de Cataluña. De este modo, el viajero puede alcanzar la basílica en su propio vehículo o en teleférico. Desde allí disfrutará de unas vistas insuperables.
En tercer lugar, nos desviaremos unos 110 kilómetros hacia el norte, buscando el límite de la provincia de Barcelona y no demasiado lejos de la frontera con Francia. Allí descubrimos la localidad medieval de Rupit y Puït, fruto de la unión de dos villas que fueron independientes hasta 1977. Su atractivo reside en sus casas de piedra, sus calles estrechas e inclinadas, sus iglesias y su castillo, capaces de sugestionar al turista y hacerle creer que ha viajado en el tiempo.
Para terminar, arrancamos nuestra scooter para conducir, desde Rupit y Puït, doce kilómetros hacia el suroeste. El objetivo es explorar un pueblo edificado en el siglo XVII y que merece la denominación de Bien de Interés Cultural: Tavertet; prácticamente una atalaya desde la que divisar hectáreas y hectáreas de un entorno natural privilegiado, incluyendo el río Ter. Y es que Tavertet se asoma temerariamente a un elevado peñasco. Por si fuera poco, en las proximidades de este municipio y de Rupit y Puit, damos con la villa de Vic, otra visita muy interesante.
Autor: Redacción